Mi tercer y último día en ARCO fue el más numeroso. No sólo porque fuera el de mayor público, sino también porque fuimos en grupo.
Quedé con JKO y Cosimo en mi casa (al final el pobre de C.K. Dexter no pudo venir porque pilló una gripe, y se tuvo que quedar en la cama, solo). Por el camino habíamos quedado con MAL y Xabi, y ya una vez dentro nos iríamos encontrando con más amigos, como J, que se unió a nosotros, y Mr E, a quién encontraríamos casi al final de la tarde con sus amigos.
Así pués fue una forma diferente de ver aquello. En grupo y comentando mucho las cosas, lo cual quizá no permite ver demasiado, porque normalmente todo se ralentiza, pero que en cambio te permite reirte mucho y pasar un día divertido. Realmente pasamos una tarde estupenda, disfrutando no sólo de las obras de arte colgadas de las paredes, sino también de las que paseaban por allí a dos piernas. Llegamos a la conclusión de que en estas convocatorias de arte se ve a gente más guapa de lo normal. O por lo menos hacía tiempo que no veíamos a tanto tío (y tía) bueno (a) por metro cuadrado.
Esa tarde vi un cuadro que me hubiera comprado con los ojos cerrados, si yo fuera rico. Era de un pintor francés que vive entre Paris, Viena y Buenos Aires, y lo representaba una galería de Austria. Me gustó mucho, mucho. Pero su precio de cuatro mil (4.000) euros me gustó menos, menos. O sea que nada.
Nos fuimos de allí - trás haber pasado más de cinco (5) horas - con las manos vacías, pero la cabeza llena de ideas de colores y formas. Cansados, pero con ganas de continuar. Así pués nos quedamos un petit comité, es decir, Xabi, MAL, Cosimo, Mr E y yo, con ganas de cenar y beber algo por ahí. Acabamos en el barrio de Malasaña, tomando tapas y cañas en bares de la zona. Y disfrutamos de una charla de sobremesa de esas que no se olvidan fácilmente, con conversaciones realmente profundas e intimas, que hacen acercarte aún más a tus amigos, y darte cuenta de lo que valen.
Quisimos haber entrado en uno de esos bares con código de entrada, pero no nos dejaron; y eso que ibamos con zapatillas de deporte vaqueros y camisetas. Pero bueno, supongo que eran un poco demasiado de diseño para ese sitio. Otro día tendremos que ir más tiradillos de aspecto. De todas formas ese tipo de situaciones dan mucho juego, porque nos reimos cantidad criticando nuestros aspectos, e imaginando a quién habrían dejado pasar y a quién no, o quién era el culpable de que no nos hubieran dejado pasar (quién iba mejor vestido, vamos).
Acabamos en un bar que no conocía y me gustó mucho. Se llama Demodé y está situado en la zona de prostitutas por detrás de la Gran Vía. El sitio era un antigüo bar de putas, o donde descansaban entre trabajo y trabajo, y tiene ese encanto decadente de los bares con pasado oscuro. Es decir, mucha moqueta sucia y polvorienta, mucho skay en los sillones y en la barra, cuadros de escenas de caza y pesca de los que venden en el Rastro, etc. Y todo esto mezclado con música electrónica y público ecléctico. Todo muy apetecible.
Creo que nos fuimos de allí sobre las cuatro (4) de la mañana. No sé ni cómo me respondieron las piernas para llegar a mi casa, de lo cansado que iba. ¡Pero es que dos (2) días intensivos seguidos de ARCO cansan mucho!