Cameron forever...!
Vuelvo a tener una semana liada, y sin tiempo siquiera para escribir.
Y algún que otro amigo ya me ha pegado un tirón de orejas por no actualizar. ¡Sorry! ¡Prometo ser más constante!
Hoy, de hecho, estoy escribiendo a plazos entre algún tiempo libre que estoy sacando en el trabajo.
Ayer, a mediodía comí con F en ese Templo del chocolate que hay al lado de mi oficina. Muy bueno y muy sano.
Volví al trabajo y por la tarde salí de la ofi para ir directamente al cocktail.
Nunca imaginaría el revuelo que se iba a montar en la oficina porque yo fuera uno de los invitados en el selecto grupo para la recepción y presentación del Chairman/Consejero Delegado de mi empresa, que resultó ser un señor tejano más gordo que una foca y con cara de comer mucho, aunque muy muy listo, hablando muy bien y podrío de dinero, supongo. Hoy había alguna que otra cara de envidia entre algunos de mis colegas, porque anoche yo estuviera invitado entre los capos de mi empresa.
En fin, supongo que Par-ce que je le vaux bien! (¡Porque yo lo valgo!, como dirían en cualquier anuncio de L'Óreal)
Hice un poco de vida social y contactos y poco más.
Al final no hubo ningún cliente invitado, solo los top executives de mi empresa en toda España.
La recepción era en el piso catorce (14) de la Torre Colón, creo que se llama, en plena Plaza de Colón, con una vista maravillosa sobre todo Madrid.
La verdad es que muy bien toda esa parte.
De allí salí pitando porque había quedado con F (invitado en mi casa esta semana) para salir a cenar. Me fui con el traje, corbata, gemelos y todo lo demás, sin tiempo siquiera de cambiarme.
Nos tomamos unas copas por Chueca y fuimos a cenar a la planta baja del Bazaar (ese famoso restaurante de las tres Bs: bonito, bueno y barato).
Y cuál sería mi sorpresa cuando nada más sentarnos va y se sienta justo en la mesa de al lado el modelo CAMERON, ese famoso individuo (top-model masculino de la última década, e incluso de más allá), que es un ejemplo más de lo maravillosas que son las mezclas. Creo que él es mezcla de inglés e iraní (o inglés e hindú, o algo así). ¡Alucinante!
Estaba un poco desmejorado, según comentaría F, pero aún así estaba genial, con esa boca y esa voz, y esos brazos, y ese cuerpo... ¡¡Dios, que rebueno que está el tio!! (Como diría la Lorena de ese disco genial de los ChicoyChica).
Cameron es el novio de una modelo española, Almudena Fernández, que tuvo algún renombre internacional hace algunos años (e incluso fue imagen de un perfume de Givenchy durante una temporada), pero que ahora casi se limita a hacer anuncios de El Corte Inglés. El, por supuesto, lleva años y años siendo un número uno.
Creo que los dos han montado un centro de joya y spa en Madrid, en una zona pija.
Ella no estaba, pero Cameron estaba acompañado por dos señoras mayores inglesas maravillosas. Las típicas old-british-ladies encantadoras. Así que los tres estuvieron hablando inglés durante toda la noche.
Fue una escena muy entrañable. No sé cómo explicarlo, pero tenían mucha complicidad entre los tres, y me puse a soñar y pensé que a lo mejor él habia sido un niño adoptado y abandonado, y quiza recogido por ellas, y las dos señoras eran sus mamás, o abuelas, o yo qué sé, y que venían a visitarlo a Madrid. Se notaba que lo querían mucho.
Una de ellas me miraba con ojos chispeantes y veía que yo le miraba a él con ojos chispeantes, y nos reíamos y hubo complicidad entre la señora y yo.
Lo cierto es que él estuvo encantador con ellas durante toda la noche, traduciéndole los platos, levantándose y apartándoles la silla cuando alguna iba al servicio, etc.
Un encanto de persona, vaya.
Hubo un momento en que F fue al servicio (al baño como dicen en Madrid), y yo tuve un momento de cruzar miradas y complicidad con ellos, y se rieron y me hablaron. Y cuando abandonamos el restaurante, que curiosamente lo hicimos al mismo tiempo, Cameron se dirigió a mí (¡sólo a mí!) para decirme adiós y buenas noches con una sonrisa. F no salía de su asombro y se preguntaba que por qué se había despedido de mí.
Abandonamos el local juntos, y continuamos andando un rato por la misma calle, y yo miraba de reojillo a los tres por si a Cameron se le ocurriera mirarnos y venirse con nosotros a tomar una copa. ¡Iluso de mí! Je, je, je...
Al final nos fuimos F y yo a refrescarnos por ahí y seguir quemando la noche madrileña, con lo cual efectivamente no tuve tiempo de escribir anoche.
Y algún que otro amigo ya me ha pegado un tirón de orejas por no actualizar. ¡Sorry! ¡Prometo ser más constante!
Hoy, de hecho, estoy escribiendo a plazos entre algún tiempo libre que estoy sacando en el trabajo.
Ayer, a mediodía comí con F en ese Templo del chocolate que hay al lado de mi oficina. Muy bueno y muy sano.
Volví al trabajo y por la tarde salí de la ofi para ir directamente al cocktail.
Nunca imaginaría el revuelo que se iba a montar en la oficina porque yo fuera uno de los invitados en el selecto grupo para la recepción y presentación del Chairman/Consejero Delegado de mi empresa, que resultó ser un señor tejano más gordo que una foca y con cara de comer mucho, aunque muy muy listo, hablando muy bien y podrío de dinero, supongo. Hoy había alguna que otra cara de envidia entre algunos de mis colegas, porque anoche yo estuviera invitado entre los capos de mi empresa.
En fin, supongo que Par-ce que je le vaux bien! (¡Porque yo lo valgo!, como dirían en cualquier anuncio de L'Óreal)
Hice un poco de vida social y contactos y poco más.
Al final no hubo ningún cliente invitado, solo los top executives de mi empresa en toda España.
La recepción era en el piso catorce (14) de la Torre Colón, creo que se llama, en plena Plaza de Colón, con una vista maravillosa sobre todo Madrid.
La verdad es que muy bien toda esa parte.
De allí salí pitando porque había quedado con F (invitado en mi casa esta semana) para salir a cenar. Me fui con el traje, corbata, gemelos y todo lo demás, sin tiempo siquiera de cambiarme.
Nos tomamos unas copas por Chueca y fuimos a cenar a la planta baja del Bazaar (ese famoso restaurante de las tres Bs: bonito, bueno y barato).
Y cuál sería mi sorpresa cuando nada más sentarnos va y se sienta justo en la mesa de al lado el modelo CAMERON, ese famoso individuo (top-model masculino de la última década, e incluso de más allá), que es un ejemplo más de lo maravillosas que son las mezclas. Creo que él es mezcla de inglés e iraní (o inglés e hindú, o algo así). ¡Alucinante!
Estaba un poco desmejorado, según comentaría F, pero aún así estaba genial, con esa boca y esa voz, y esos brazos, y ese cuerpo... ¡¡Dios, que rebueno que está el tio!! (Como diría la Lorena de ese disco genial de los ChicoyChica).
Cameron es el novio de una modelo española, Almudena Fernández, que tuvo algún renombre internacional hace algunos años (e incluso fue imagen de un perfume de Givenchy durante una temporada), pero que ahora casi se limita a hacer anuncios de El Corte Inglés. El, por supuesto, lleva años y años siendo un número uno.
Creo que los dos han montado un centro de joya y spa en Madrid, en una zona pija.
Ella no estaba, pero Cameron estaba acompañado por dos señoras mayores inglesas maravillosas. Las típicas old-british-ladies encantadoras. Así que los tres estuvieron hablando inglés durante toda la noche.
Fue una escena muy entrañable. No sé cómo explicarlo, pero tenían mucha complicidad entre los tres, y me puse a soñar y pensé que a lo mejor él habia sido un niño adoptado y abandonado, y quiza recogido por ellas, y las dos señoras eran sus mamás, o abuelas, o yo qué sé, y que venían a visitarlo a Madrid. Se notaba que lo querían mucho.
Una de ellas me miraba con ojos chispeantes y veía que yo le miraba a él con ojos chispeantes, y nos reíamos y hubo complicidad entre la señora y yo.
Lo cierto es que él estuvo encantador con ellas durante toda la noche, traduciéndole los platos, levantándose y apartándoles la silla cuando alguna iba al servicio, etc.
Un encanto de persona, vaya.
Hubo un momento en que F fue al servicio (al baño como dicen en Madrid), y yo tuve un momento de cruzar miradas y complicidad con ellos, y se rieron y me hablaron. Y cuando abandonamos el restaurante, que curiosamente lo hicimos al mismo tiempo, Cameron se dirigió a mí (¡sólo a mí!) para decirme adiós y buenas noches con una sonrisa. F no salía de su asombro y se preguntaba que por qué se había despedido de mí.
Abandonamos el local juntos, y continuamos andando un rato por la misma calle, y yo miraba de reojillo a los tres por si a Cameron se le ocurriera mirarnos y venirse con nosotros a tomar una copa. ¡Iluso de mí! Je, je, je...
Al final nos fuimos F y yo a refrescarnos por ahí y seguir quemando la noche madrileña, con lo cual efectivamente no tuve tiempo de escribir anoche.
3 comentarios
pedro -
Nader -
Un abrazo desde la ciudad en la que no se ven famosos.
Mario -