Al otro lado del arco iris
Siempre me hubiera gustado ser una mosca de esas que se mete por algún agujero y pueda estar en un lugar concreto y asistir a algún que otro hecho histórico determinado (se me ocurren cantidad de sitios en los que hubiera dado lo que fuera por haber estado allí en un momento concreto).
Pero por ejemplo hubiera hecho cualquier cosa por estar el pasado domingo 25 de febrero en Londres, en el teatro Palladium más exactamente.
Y es que la noticia es la siguiente:
Rufus Wainwright recrea clamorosamente en Londres el mítico concierto que Judy Garland ofreció en el Carnegie Hall de Nueva York el 23 de abril de 1961
"
En casa de los Wainwright, enterrada bajo una pila de papeles, había una vieja fotografía en blanco y negro. En ella, de espaldas al objetivo, una chica con dos largas trenzas sujeta un enorme banjo frente a un bebé que la mira entre aburrido y perplejo. La chica es Kate McGarrigle, esposa de London Wainwright III -acerado cantautor de finales, respetadísimo en los círculos intelectuales de la Costa Este-, y el bebé es su hijo, el pequeño Rufus. La madre, gran dama del folk canadiense, recuerda cómo algunos años más tarde seguía intentando enseñar a su hijo, que ya era un niño, a cantar una canción de folk. Se recuerda tocando el mismo banjo e incapaz de arrancarle una sonrisa.
La poca receptividad de su hijo entristece a Kate, que se sirve otro whisky escocés y se sienta al piano para expresar su amargura a través de otro tipo de canciones. No aquellas que hablan de montañas, ríos y héroes solitarios, sino otras compuestas en medio de la agitación de Nueva York. Canciones de Irving Berlin, George Gershwin o Cole Porter. Y ocurrió algo inesperado. El niño se acercó a la madre. La cara apática se había convertido en una sonrisa. "Enséñame esas canciones, mamá", le dijo. "Eso es lo que quiero aprender". La madre no desaprovechó el momento: "De acuerdo, empezaremos por la que, en mi opinión, es la mejor de todas ellas, Somewhere over the rainbow".
Hoy, el neoyorquino Rufus Wainwright tiene 33 años y es mucho más que uno de los referentes más celebrados de su generación. Es un joven dandy, un icono gay y un megalómano capaz de embarcarse en alucinantes proyectos como el que está a punto de materializarse esta noche. Es domingo 25 de febrero y estamos en el teatro Palladium de Londres. Rufus Wainwright no sólo va a cantar aquella primera canción que le enseñó su madre. Eso sería demasiado fácil. Va a reproducir, canción por canción, el mítico concierto que Judy Garland (1922-1969), la Dorothy Gale de El mago de Oz, una de las grandes estrellas de la época dorada del musical de Hollywood, ofreció en el Carnegie Hall de Nueva York la noche del 23 de abril de 1961. Un concierto recordado en los libros como "la noche más grande de la historia del mundo del espectáculo", y recogido en un doble álbum (Judy at Carnegie Hall) que se ha convertido en clásico.
Hace semanas que no quedan entradas para el concierto.El público no es el habitual del artista: muchas más personas por encima de los 70 años que por debajo de los 40. Ayuda, probablemente, que el precio de las entradas sea de 75 libras. Están un elegante Jeremy Irons, la artista Sam Taylor-Wood y Neil Tennant, la mitad del veterano dúo Pet Shop Boys y productor del próximo disco de Rufus, Release the stars, a la venta en mayo.
Sobre el escenario, una orquesta con más de 30 músicos. Violines, violas, violonchelos, contrabajo, metales, percusiones, guitarra y, en el centro, un gran piano de cola. Entra el director de orquesta, un joven con cierto parecido a Rufus. La orquesta interpreta una obertura, y aparece Rufus. Lleva un ajustado traje de leopardo dorado de Viktor & Rolf. Se sitúa ante el pie del micro, recibe una gran ovación y se arranca con When you’re smiling. Las canciones han sido trasladadas a un tono más grave para ajustarse a la voz del cantante.
Sigue al detalle el repertorio del mítico concierto y respeta hasta sus pausas. El concierto prosigue con el joven director de la orquesta sentado al piano. Se le alegra la cara al recibir un piropo de Rufus -"es casi tan guapo como yo"- y desgranan un par de canciones íntimas.
"Otra cosa que comparto con los Garland es que tengo una familia alucinante", dice Rufus. "Quiero dar la bienvenida a mi hermana Martha". Y aparece ella, cantante de folk pop de 30 años. Rufus sale de escena y su hermana canta una espectacular Stormy weather. Es el principio del desfile familiar. Rufus anuncia otra invitada y sale la madre, delgada, en un traje de chaqueta y pantalón dorados. Se sienta al piano un instante, se disculpa y vuelve disparada por donde ha venido. "¿Qué habrá olvidado?", se pregunta en alto el hijo. La madre vuelve con una cegadora cajita de lentejuelas plateadas. "Ah, se la regalé yo estas navidades", cuenta Rufus.
Suenan unas notas del piano, y ahí están los dos: los mismos que salían en aquella foto en blanco y negro. Madre e hijo tocando solos aquella primera canción que ella le enseñó. La canción que le hizo a Rufus Wainwright interesarse por la música. Somewhere over the rainbow: en algún sitio al otro lado del arco iris. Aquella con la que la pequeña Dorothy Gale expresaba su deseo de salir de ese mundo gris en el que vivía y descubrir ese otro mundo luminoso que se encontraba al otro lado del arco iris. La madre mira con orgullo al hijo al que crió sola, convertido en una estrella, después de superar años de excesos y adicciones.
La canción termina con todo el público puesto en pie. Pero hay más sorpresas. Rufus llama al escenario a Lorna Luft, hija del tercer matrimonio de Judy Garland, y cantan a dúo, abrazados, After you’ve gone. Rufus se despide con Chicago, y todo el público se pone de nuevo en pie. Es una noche de incondicionales.
Para la primera tanda de bises, llama de nuevo a Lorna Luft, que canta a solas I could go on singing, una canción de la última película de su madre, que se grabó aquí en el Palladium londinense, en 1963. "¡Qué noche tan grande!", dice Lorna emocionada. "Deseo agradecer a Rufus que haga esto a la memoria de mi madre". Ahora salen Martha y Kate. "¿Llevas las gafas, mamá?", bromea Rufus.
La madre se sienta al piano y los hijos cantan por turno. Kate se queja de que su pantalón es muy ajustado. "Enséñanos el culo, mamá", le pide Rufus. Y la madre se levanta y muestra su espalda al público, que despide a las chicas puesto de nuevo en pie. El concierto llega a su fin con una apoteósica versión de San Francisco en la que Rufus acaba tirado por el suelo, en una de esas apoteosis rufusianas que provocan el clamor de sus seguidores. También aquí, en el Palladium.
Queremos tanto a Liza...
Rufus se quita durante el concierto la chaqueta y exhibe una camisa gris desabrochada, un chaleco negro y un gran broche de una mariposa en la solapa. "Sí, soy homosexual", dice, por si quedaba alguna duda, y recibe otra calurosa tanda de aplausos.
Actúa con las tablas de un showman superdotado, con un total dominio de la situación, y convence hasta a las señoras más ancianas entre el público, nostálgicas de Judy Garland, a las que logra arrancar sonrisas y hasta alguna lágrima.
Tras un intermedio de 20 minutos, comienza el segundo acto con That’s enterteinment. Ahora lleva un traje gris, camisa blanca, un lazo negro al cuello y, en la solapa, otro broche dorado con una barroca flor. "En este punto del disco Judy cuenta una historia sobre la prensa británica. A mí siempre me ha tratado bien, de modo que, en vez de eso, contaré la historia de una de mis relaciones con los Garland. Mi padre creció con Liza Minnelli [hija de Judy Garland] en Beverly Hills. Mi abuelo solía dejarle a mi padre en casa de los Garland, lo cual explica mucho de todo esto", dice, provocando otra carcajada. "Resulta que mi padre se enamoró de Liza. Pero mi familia se tuvo que marchar. Así que la destinataria de la primera carta de amor que escribió mi padre fue a Liza Minnelli".
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Pero por ejemplo hubiera hecho cualquier cosa por estar el pasado domingo 25 de febrero en Londres, en el teatro Palladium más exactamente.
Y es que la noticia es la siguiente:
Rufus Wainwright recrea clamorosamente en Londres el mítico concierto que Judy Garland ofreció en el Carnegie Hall de Nueva York el 23 de abril de 1961
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En casa de los Wainwright, enterrada bajo una pila de papeles, había una vieja fotografía en blanco y negro. En ella, de espaldas al objetivo, una chica con dos largas trenzas sujeta un enorme banjo frente a un bebé que la mira entre aburrido y perplejo. La chica es Kate McGarrigle, esposa de London Wainwright III -acerado cantautor de finales, respetadísimo en los círculos intelectuales de la Costa Este-, y el bebé es su hijo, el pequeño Rufus. La madre, gran dama del folk canadiense, recuerda cómo algunos años más tarde seguía intentando enseñar a su hijo, que ya era un niño, a cantar una canción de folk. Se recuerda tocando el mismo banjo e incapaz de arrancarle una sonrisa.
La poca receptividad de su hijo entristece a Kate, que se sirve otro whisky escocés y se sienta al piano para expresar su amargura a través de otro tipo de canciones. No aquellas que hablan de montañas, ríos y héroes solitarios, sino otras compuestas en medio de la agitación de Nueva York. Canciones de Irving Berlin, George Gershwin o Cole Porter. Y ocurrió algo inesperado. El niño se acercó a la madre. La cara apática se había convertido en una sonrisa. "Enséñame esas canciones, mamá", le dijo. "Eso es lo que quiero aprender". La madre no desaprovechó el momento: "De acuerdo, empezaremos por la que, en mi opinión, es la mejor de todas ellas, Somewhere over the rainbow".
Hoy, el neoyorquino Rufus Wainwright tiene 33 años y es mucho más que uno de los referentes más celebrados de su generación. Es un joven dandy, un icono gay y un megalómano capaz de embarcarse en alucinantes proyectos como el que está a punto de materializarse esta noche. Es domingo 25 de febrero y estamos en el teatro Palladium de Londres. Rufus Wainwright no sólo va a cantar aquella primera canción que le enseñó su madre. Eso sería demasiado fácil. Va a reproducir, canción por canción, el mítico concierto que Judy Garland (1922-1969), la Dorothy Gale de El mago de Oz, una de las grandes estrellas de la época dorada del musical de Hollywood, ofreció en el Carnegie Hall de Nueva York la noche del 23 de abril de 1961. Un concierto recordado en los libros como "la noche más grande de la historia del mundo del espectáculo", y recogido en un doble álbum (Judy at Carnegie Hall) que se ha convertido en clásico.
Hace semanas que no quedan entradas para el concierto.El público no es el habitual del artista: muchas más personas por encima de los 70 años que por debajo de los 40. Ayuda, probablemente, que el precio de las entradas sea de 75 libras. Están un elegante Jeremy Irons, la artista Sam Taylor-Wood y Neil Tennant, la mitad del veterano dúo Pet Shop Boys y productor del próximo disco de Rufus, Release the stars, a la venta en mayo.
Sobre el escenario, una orquesta con más de 30 músicos. Violines, violas, violonchelos, contrabajo, metales, percusiones, guitarra y, en el centro, un gran piano de cola. Entra el director de orquesta, un joven con cierto parecido a Rufus. La orquesta interpreta una obertura, y aparece Rufus. Lleva un ajustado traje de leopardo dorado de Viktor & Rolf. Se sitúa ante el pie del micro, recibe una gran ovación y se arranca con When you’re smiling. Las canciones han sido trasladadas a un tono más grave para ajustarse a la voz del cantante.
Sigue al detalle el repertorio del mítico concierto y respeta hasta sus pausas. El concierto prosigue con el joven director de la orquesta sentado al piano. Se le alegra la cara al recibir un piropo de Rufus -"es casi tan guapo como yo"- y desgranan un par de canciones íntimas.
"Otra cosa que comparto con los Garland es que tengo una familia alucinante", dice Rufus. "Quiero dar la bienvenida a mi hermana Martha". Y aparece ella, cantante de folk pop de 30 años. Rufus sale de escena y su hermana canta una espectacular Stormy weather. Es el principio del desfile familiar. Rufus anuncia otra invitada y sale la madre, delgada, en un traje de chaqueta y pantalón dorados. Se sienta al piano un instante, se disculpa y vuelve disparada por donde ha venido. "¿Qué habrá olvidado?", se pregunta en alto el hijo. La madre vuelve con una cegadora cajita de lentejuelas plateadas. "Ah, se la regalé yo estas navidades", cuenta Rufus.
Suenan unas notas del piano, y ahí están los dos: los mismos que salían en aquella foto en blanco y negro. Madre e hijo tocando solos aquella primera canción que ella le enseñó. La canción que le hizo a Rufus Wainwright interesarse por la música. Somewhere over the rainbow: en algún sitio al otro lado del arco iris. Aquella con la que la pequeña Dorothy Gale expresaba su deseo de salir de ese mundo gris en el que vivía y descubrir ese otro mundo luminoso que se encontraba al otro lado del arco iris. La madre mira con orgullo al hijo al que crió sola, convertido en una estrella, después de superar años de excesos y adicciones.
La canción termina con todo el público puesto en pie. Pero hay más sorpresas. Rufus llama al escenario a Lorna Luft, hija del tercer matrimonio de Judy Garland, y cantan a dúo, abrazados, After you’ve gone. Rufus se despide con Chicago, y todo el público se pone de nuevo en pie. Es una noche de incondicionales.
Para la primera tanda de bises, llama de nuevo a Lorna Luft, que canta a solas I could go on singing, una canción de la última película de su madre, que se grabó aquí en el Palladium londinense, en 1963. "¡Qué noche tan grande!", dice Lorna emocionada. "Deseo agradecer a Rufus que haga esto a la memoria de mi madre". Ahora salen Martha y Kate. "¿Llevas las gafas, mamá?", bromea Rufus.
La madre se sienta al piano y los hijos cantan por turno. Kate se queja de que su pantalón es muy ajustado. "Enséñanos el culo, mamá", le pide Rufus. Y la madre se levanta y muestra su espalda al público, que despide a las chicas puesto de nuevo en pie. El concierto llega a su fin con una apoteósica versión de San Francisco en la que Rufus acaba tirado por el suelo, en una de esas apoteosis rufusianas que provocan el clamor de sus seguidores. También aquí, en el Palladium.
Queremos tanto a Liza...
Rufus se quita durante el concierto la chaqueta y exhibe una camisa gris desabrochada, un chaleco negro y un gran broche de una mariposa en la solapa. "Sí, soy homosexual", dice, por si quedaba alguna duda, y recibe otra calurosa tanda de aplausos.
Actúa con las tablas de un showman superdotado, con un total dominio de la situación, y convence hasta a las señoras más ancianas entre el público, nostálgicas de Judy Garland, a las que logra arrancar sonrisas y hasta alguna lágrima.
Tras un intermedio de 20 minutos, comienza el segundo acto con That’s enterteinment. Ahora lleva un traje gris, camisa blanca, un lazo negro al cuello y, en la solapa, otro broche dorado con una barroca flor. "En este punto del disco Judy cuenta una historia sobre la prensa británica. A mí siempre me ha tratado bien, de modo que, en vez de eso, contaré la historia de una de mis relaciones con los Garland. Mi padre creció con Liza Minnelli [hija de Judy Garland] en Beverly Hills. Mi abuelo solía dejarle a mi padre en casa de los Garland, lo cual explica mucho de todo esto", dice, provocando otra carcajada. "Resulta que mi padre se enamoró de Liza. Pero mi familia se tuvo que marchar. Así que la destinataria de la primera carta de amor que escribió mi padre fue a Liza Minnelli".
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9 comentarios
Air jordan shoes -
Jordan Flight 45 -
lifeonmars -
¡Hasta dónde estamos dispuestos a llegar!
A ver si le vemos pronto.
Besos
el becario de notodo -
lifeonmars -
Me hubiera encantado ir, pero tuve otros compromisos. Lo siento.
Espero verlo algún día.
lifeonmars -
También me parece muy buena.
No sé dónde se consigue el disco de Judy, pero también me gustaría encontrarlo.
Y la idea de hacer un concierto con exactamente el mismo repertorio me parece algo que va más allá de la mera admiración. Es mucho más que un homenaje. Es puro genio.
Estoy convencido que este concierto del otro día en Londres saldrá en dvd un día de estos.
Y espero que su nuevo disco traiga a Rufus de nuevo por estos lares.
Yo ya le estoy esperando...
esn -
por otro lado, es muy interesante esta idea de repetir, casi milimetricamente, un espectaculo. supongo que es algo que solo pueden hacer los genios...
¡y también quiero el concierto de rufus!
lifeonmars -
;-))
MM -
En estos casos mejor ser el principe Carlos pa alucinar en el palco real.