Diario I (con palabras)
Día 1:
Yo ya intuía que la ida sería estresante, pero nunca llegué a pensar que lo sería tanto.
Mi avión salía a las 8:45 de la mañana; o sea, que muy temprano. Y resulta que trás pegarme el madrugón y hacer una cola considerable en los mostradores de Iberia, justo cuando me tocaba, me dice la chica que el avión ya había cerrado el embarque y que ya no podía facturar, ¡y faltaban al menos 45 minutos para que saliera mi vuelo!
O sea, que perdí el avión (cortesía de la T4). Parece ser que allí hay que facturar 60 minutos antes de que salga el avión (¡te cagas!). ¡Inaudito!
O sea, que tuve que coger el siguiente avión que saliera para Londres, y eso era a las 12:30 de la mañana.
Os podéis imaginar la gracia que me hizo esperar desde las 8 y cuarto de la mañana hasta las 12 y media dando bandazos por el aeropuerto. ¡Todo un poema!
Evidentemente tuve que cancelar mi primera reunión allí, que era a las 12:00 hora inglesa, y casi ni llego a la segunda, que era a las 3:30 hora local.
O sea que fatal. Todo el día de nervios, sudores y carreras.
Menos mal que mi hotel estaba muy bien y al menos pude dormir estupendamente.
Dia 2:
Intensa jornada de reuniones, explicaciones, charlas, conocer a mucha gente y hablar mucho. Hacer negocios, lo llaman.
Bastante bien, me salió todo. A pesar de todo (y valga la redundancia).
Me encantó subir al edificio ese que diseñó Sir Norman Foster que parece un pepinillo (o una p.lla), que aparece en la peli "Match Point", y que ha cambiado para siempre la fisonomía de la City, y por ende de Londres. Tenía una cita con un cliente que trabaja en él, y, supongo que para impresionarme, me subieron al bar de la última planta para tener la reunión allí mientras tomábamos un café. ¡A-l-u-c-i-n-a-n-t-e! Nunca antes había estado en un edificio tan moderno y lujoso y con unas vistas tan espectaculares. Hubiera sacado el aparato y empezado a hacer fotos allí mismo, pero me dió vergüenza hacerlo frente a esos señores que me estaban esperando para hablar del mercado energético y de la construcción en España, y no del skyline de la ciudad o de la bonita luz que estaba dando sobre el Támesis o sobre el horizonte londinense.
Lo mejor del día sin duda fue el paseo por el Soho al atardecer, con ese ambiente tan estupendo que hay en el centro de la ciudad cuando hace buen tiempo y todo el mundo se echa a la calle, y salen terracitas de cualquier rincón, y se respira buen ambiente por todos lados.
Todavía me estoy rechupando los dedos del sushi tan bueno que tomé por el lugar.
Pero lo mejor, lo mejor, del día, lo tuve en el Hotel, cuando ya tirado en la cama, y haciendo zapping, tropecé con un estupendo programa que estaban emitiendo en el Channel 4 sobre el Pop de los años 80 y el sexo en la música popular británica y su influencia en la gente. El programa se llamaba "Sex In The 80s", y era un estudio sociológico sobre la evolución de la música pop en ese periodo de su historia, y el sexo que lleva implícito, y como eso afectó e influyó tanto a la juventud británica (y también mundial). ¡No os podéis imaginar cómo lo disfruté!
Era un retrato de cómo el pop ayudó a dar forma a la imagen de la nación sobre el sexo y la sexualidad, y cómo la evolución sexual de los jóvenes ingleses ha corrido paralela a la evolución de su música popular. Desde las primeras groupies, hasta la estandarización de la droga en las pistas de baile, pasando por el shock que supuso en su momento el "Relax" de Frankie Goes to Hollywood, o la sociedad más reprimida de la época post-Sida.
Hacían un completo recorrido desde Los nuevos románticos (Spandau Ballet, Duran Duran, etc) y Adam Ant, por poner varios ejemplos, hasta los Bros; pasando por Boy George, Frankie Goes to Hollywood, Los Pet Shop Boys, Soft Cell o Wham!, la época del punk, del acid house, la movida del "Madchester", Bristol, etc... por nombrar varios casos.
Y cómo sus actitudes sexuales, a veces provocativas (y la mayoría homosexuales) ayudaron muchísimo a estandarizar ciertos comportamientos.
O sea, la historia de mi vida, o por lo menos la de mi adolescencia y juventud. Fue realmente alucinante, y altamente recomendable.
Lo perseguiré por si algún día se puede conseguir en internet o en dvd.
Es decir, que mientras algunos disfrutaban del estupendo programa de Olvido Gara en Televisión Española (¿alguien lo ha grabado y me lo puede prestar?), yo disfrutaba de algo parecido, aunque con un punto de añoranza y también picardía, por qué no decirlo, que me hizo irme a la cama muy feliz.
Día 3:
Media jornada (o una cuarta jornada) con nuevas visitas, nuevas reuniones, nuevos clientes y nuevas opulentes comidas de negocios.
(Siempre que me pasa esto, me acuerdo de aquella estupenda canción de los Pet Shop Boys, "Home and dry", que decía algo parecido como:
"So my baby’s on the road
doing business, selling loads
charming everyone there
with the sweetest smile..."
Siempre me hubiera encantado cantársela a mi chico, o que él me la cantara a mí, al salir alguno de viaje.
Pero nada de eso ha sucedido, o sea, ni mi chico viaja tanto para que yo pueda cantársela, ni él conoce esta canción para poder cantármela a mí).
Lo bueno es que a partir de las seis de la tarde ya estaba libre para poder empezar a disfrutar mi weekend londinense.
Rápidamente pillé un taxi (creo que nunca en mi vida he usado tantos taxis ingleses de esos tan grandes y tan negros (y tan bonitos, ¡y caros!) en mi vida) y me fuí para casa de X.
Creo que, sin lugar a dudas, su casa se encuentra en una de las mejores zonas de Londres, o al menos de las más exquisitas y bien situadas - Kensington y Chelsea -, justo enfrente de los jardines de Kensington, y frente al palacio aquél donde vivió Lady Di un tiempo, y donde la gente aún acude a dejarle flores.
El piso, sin ser excesivamente grande, ni despanpanantemente lujoso, está muy bien, y la calle, Kensington Court, y su edificio, eran realmente preciosos.
Así pués tuvimos nuestro momento de charla y nos fuimos a dar un paseo por el barrio y disfrutar del bonito atardecer por esos parques tan verdes y esas casas tan victorianas. Cenamos por la zona y nos volvimos temprano ya que los dos arrastrábamos cansancio.
Me hubiera encantado ir esa noche al PopStarz, uno de mis clubs favoritos, pero bueno, no se puede tener todo. Y lo último que me apetecía era irme a bailar una noche de Viernes, trás una semana tan agotadora, y queriendo disfrutar al máximo los dos días siguientes.
Dia 4:
El Sábado me levanté temprano. Supongo que por una mezcla de calor y de excitación de estar en esa ciudad con tantas cosas por hacer y querer aprovechar al máximo tan poco tiempo. Así que salí de casa pronto dispuesto a disfrutar la ciudad.
X salía de viaje (volaba a Seattle) esa misma mañana, así que me dejó la llave, nos despedimos, y desde entonces yo ya estaba sólo en su casa.
Lo bueno de ese barrio es que tiene cantidad de atracciones cercanas, a las que se puede ir a pie, por lo cual, creo que me pasé todo el día paseando por esa zona y alrededores.
Lo primero que visité fue el Victoria & Albert Museum, donde había una exposición sobre el Modernismo que no me quería perder (¡estupenda!). De allí me fuí a pasear por los jardines de Kensington y Hyde Park, y disfrutar de ese mediodía de sol y de la gente que sale a los parques ingleses con sus picnics y sus cosas. Trás una vuelta por la Serpentine Gallery (me encanta), donde compré un libro y algunas postales de artistas contemporáneos, me dirigí hacia la zona de Oxford Street y sus tiendas, que son el paraíso de todo amante del shopping. Realmente Selfridges es una cosa bárbara. Tuve que controlarme, pero aún así cayeron algún que otro regalo para mí, y para mi otra mitad.
Mi amigo J me llamó desde un pub en Kings Road donde estaban viendo el famoso partido Inglaterra/Paraguay, y sobre el que todo el mundo me hablaba como locos desde hacía días. Evidentemente yo no estaba allí para estar viendo un partido de fútbol en la tele, pero me fuí para allá porque me apetecía estar con él y sus amigos. Cuando llegué evidentemente el partido ya había acabado (por cierto, England ganó 1-0), pero había un ambiente estupendo. Así que allí mismo empezamos a beber cervezas y a contarnos de nuestras cosas, trás casi dos años desde que no nos veíamos.
Acabamos la tarde paseando y viendo tiendas por King’s Road, y seguimos por Sloane Square y Kensington (por donde está Harrods, Harvey Nichols, etc, aunténticos paraisos del lujo, de los de mírame y no me toques).
J me acompañó a casa mientras me duchaba y cambiaba, y juntos nos fuimos al Soho, por donde íbamos a pasar la noche.
Uno de sus amigos se iba fuera del país y organizaba una fiesta en un bar y después en una discoteca. Y me lo pasé estupendamente conociendo a todos sus amigos, bailando y bebiendo Caipiriñas.
La discoteca no estubo mal, ambiente mixto y tal, pero me hubiera encantado haber ido esa noche al Family, una nueva discoteca, que se supone es de lo mejorcito que hay ahora por allí, donde esa misma noche pinchaban Yr Mum Ya Dad, un duo de djs travestis y artistas del performance y el maquillaje (tipo Leigh Bovery) que parece ser son buenísimos a la hora de poner discos y hacer que la gente no pueda parar de bailar. En fín, otra vez será.
Acabamos la noche tomando café en el Cafe Italia. ¡Aaayyy, qué buenos recuerdos!
Dia 5:
El Domingo, nada más levantarme, ya hice la maleta para dejar todo recogido y preparado, y salí de nuevo al encuentro de J, con quien había quedado para dar un paseo por los típicos y estupendos mercadillos londinenses.
Parece ser que Candem Town ya está un poco pasado, víctima de tanto turista y de su propio éxito. Y uno de los mejorcitos ahora está por el EastEnd, por Brick Lane y esa zona (por casualidad, justo al lado de donde está la oficina de mi empresa allí, y de la zona que me había estado pateando de Miércoles a Viernes).
Ni que decir tiene que todo aquello me encantó, y que los ojos se me salían de las órbitas de tanto mirar a gente con pintas alucinantes y de querer absorber y admirar todo. Yo soy un gran mirón, y me gusta no perderme detalle de nada, así que un paseo por estas zonas tan excitantes me suponen un subidón tremendo.
Es uno de los barrios donde se están concentrando las galerías de arte, la gente más original, bohemia y tal. Y para un mitómano como yo, fue toda una alegría cruzarme de bruces con la White Cube Gallery, una de mis galerías de arte contemporáneo favoritas. Una pena que estuviera cerrada, pero al menos ya sé dónde está.
Trás un café y tarta en una terraza muy interesante, me temo que había llegado mi momento de decir adiós.
Eran las 4 de la tarde, y mi avión salía a las 7, o sea que corre que te corre a coger uno de esos metros que tardan horas en cruzar del EastEnd al SouthWest, coger la maleta y pillar un taxi que me llevara a Heathrow. Hubo anécdotas incluidas, como aquella parada en el camino para cambiar de euros a libras, ya que de nuevo me estaba quedando sin más, cuando dejé todo mi equipaje dentro del taxi aparcado en la calle y me fuí a buscar una tienda de cambio de moneda. ¡Anda que no soy yo confiado! ¡Qué valor tengo!
Menos mal que el taxista resultó ser simpatiquísimo y desde allí hasta el aeropuerto no paró de hablarme de las excelencias del equipo británico de fútbol, y de lo mucho que le gustaba España. Y a todo esto, yo con las ventanillas abiertas, con un ruidazo tremendo, sin enterarme un pedo de lo que me estaba contando, y diciendo en todo momento que sí, que sí, con esa cara de tonto que se me pone cuando soy feliz.
Yo ya intuía que la ida sería estresante, pero nunca llegué a pensar que lo sería tanto.
Mi avión salía a las 8:45 de la mañana; o sea, que muy temprano. Y resulta que trás pegarme el madrugón y hacer una cola considerable en los mostradores de Iberia, justo cuando me tocaba, me dice la chica que el avión ya había cerrado el embarque y que ya no podía facturar, ¡y faltaban al menos 45 minutos para que saliera mi vuelo!
O sea, que perdí el avión (cortesía de la T4). Parece ser que allí hay que facturar 60 minutos antes de que salga el avión (¡te cagas!). ¡Inaudito!
O sea, que tuve que coger el siguiente avión que saliera para Londres, y eso era a las 12:30 de la mañana.
Os podéis imaginar la gracia que me hizo esperar desde las 8 y cuarto de la mañana hasta las 12 y media dando bandazos por el aeropuerto. ¡Todo un poema!
Evidentemente tuve que cancelar mi primera reunión allí, que era a las 12:00 hora inglesa, y casi ni llego a la segunda, que era a las 3:30 hora local.
O sea que fatal. Todo el día de nervios, sudores y carreras.
Menos mal que mi hotel estaba muy bien y al menos pude dormir estupendamente.
Dia 2:
Intensa jornada de reuniones, explicaciones, charlas, conocer a mucha gente y hablar mucho. Hacer negocios, lo llaman.
Bastante bien, me salió todo. A pesar de todo (y valga la redundancia).
Me encantó subir al edificio ese que diseñó Sir Norman Foster que parece un pepinillo (o una p.lla), que aparece en la peli "Match Point", y que ha cambiado para siempre la fisonomía de la City, y por ende de Londres. Tenía una cita con un cliente que trabaja en él, y, supongo que para impresionarme, me subieron al bar de la última planta para tener la reunión allí mientras tomábamos un café. ¡A-l-u-c-i-n-a-n-t-e! Nunca antes había estado en un edificio tan moderno y lujoso y con unas vistas tan espectaculares. Hubiera sacado el aparato y empezado a hacer fotos allí mismo, pero me dió vergüenza hacerlo frente a esos señores que me estaban esperando para hablar del mercado energético y de la construcción en España, y no del skyline de la ciudad o de la bonita luz que estaba dando sobre el Támesis o sobre el horizonte londinense.
Lo mejor del día sin duda fue el paseo por el Soho al atardecer, con ese ambiente tan estupendo que hay en el centro de la ciudad cuando hace buen tiempo y todo el mundo se echa a la calle, y salen terracitas de cualquier rincón, y se respira buen ambiente por todos lados.
Todavía me estoy rechupando los dedos del sushi tan bueno que tomé por el lugar.
Pero lo mejor, lo mejor, del día, lo tuve en el Hotel, cuando ya tirado en la cama, y haciendo zapping, tropecé con un estupendo programa que estaban emitiendo en el Channel 4 sobre el Pop de los años 80 y el sexo en la música popular británica y su influencia en la gente. El programa se llamaba "Sex In The 80s", y era un estudio sociológico sobre la evolución de la música pop en ese periodo de su historia, y el sexo que lleva implícito, y como eso afectó e influyó tanto a la juventud británica (y también mundial). ¡No os podéis imaginar cómo lo disfruté!
Era un retrato de cómo el pop ayudó a dar forma a la imagen de la nación sobre el sexo y la sexualidad, y cómo la evolución sexual de los jóvenes ingleses ha corrido paralela a la evolución de su música popular. Desde las primeras groupies, hasta la estandarización de la droga en las pistas de baile, pasando por el shock que supuso en su momento el "Relax" de Frankie Goes to Hollywood, o la sociedad más reprimida de la época post-Sida.
Hacían un completo recorrido desde Los nuevos románticos (Spandau Ballet, Duran Duran, etc) y Adam Ant, por poner varios ejemplos, hasta los Bros; pasando por Boy George, Frankie Goes to Hollywood, Los Pet Shop Boys, Soft Cell o Wham!, la época del punk, del acid house, la movida del "Madchester", Bristol, etc... por nombrar varios casos.
Y cómo sus actitudes sexuales, a veces provocativas (y la mayoría homosexuales) ayudaron muchísimo a estandarizar ciertos comportamientos.
O sea, la historia de mi vida, o por lo menos la de mi adolescencia y juventud. Fue realmente alucinante, y altamente recomendable.
Lo perseguiré por si algún día se puede conseguir en internet o en dvd.
Es decir, que mientras algunos disfrutaban del estupendo programa de Olvido Gara en Televisión Española (¿alguien lo ha grabado y me lo puede prestar?), yo disfrutaba de algo parecido, aunque con un punto de añoranza y también picardía, por qué no decirlo, que me hizo irme a la cama muy feliz.
Día 3:
Media jornada (o una cuarta jornada) con nuevas visitas, nuevas reuniones, nuevos clientes y nuevas opulentes comidas de negocios.
(Siempre que me pasa esto, me acuerdo de aquella estupenda canción de los Pet Shop Boys, "Home and dry", que decía algo parecido como:
"So my baby’s on the road
doing business, selling loads
charming everyone there
with the sweetest smile..."
Siempre me hubiera encantado cantársela a mi chico, o que él me la cantara a mí, al salir alguno de viaje.
Pero nada de eso ha sucedido, o sea, ni mi chico viaja tanto para que yo pueda cantársela, ni él conoce esta canción para poder cantármela a mí).
Lo bueno es que a partir de las seis de la tarde ya estaba libre para poder empezar a disfrutar mi weekend londinense.
Rápidamente pillé un taxi (creo que nunca en mi vida he usado tantos taxis ingleses de esos tan grandes y tan negros (y tan bonitos, ¡y caros!) en mi vida) y me fuí para casa de X.
Creo que, sin lugar a dudas, su casa se encuentra en una de las mejores zonas de Londres, o al menos de las más exquisitas y bien situadas - Kensington y Chelsea -, justo enfrente de los jardines de Kensington, y frente al palacio aquél donde vivió Lady Di un tiempo, y donde la gente aún acude a dejarle flores.
El piso, sin ser excesivamente grande, ni despanpanantemente lujoso, está muy bien, y la calle, Kensington Court, y su edificio, eran realmente preciosos.
Así pués tuvimos nuestro momento de charla y nos fuimos a dar un paseo por el barrio y disfrutar del bonito atardecer por esos parques tan verdes y esas casas tan victorianas. Cenamos por la zona y nos volvimos temprano ya que los dos arrastrábamos cansancio.
Me hubiera encantado ir esa noche al PopStarz, uno de mis clubs favoritos, pero bueno, no se puede tener todo. Y lo último que me apetecía era irme a bailar una noche de Viernes, trás una semana tan agotadora, y queriendo disfrutar al máximo los dos días siguientes.
Dia 4:
El Sábado me levanté temprano. Supongo que por una mezcla de calor y de excitación de estar en esa ciudad con tantas cosas por hacer y querer aprovechar al máximo tan poco tiempo. Así que salí de casa pronto dispuesto a disfrutar la ciudad.
X salía de viaje (volaba a Seattle) esa misma mañana, así que me dejó la llave, nos despedimos, y desde entonces yo ya estaba sólo en su casa.
Lo bueno de ese barrio es que tiene cantidad de atracciones cercanas, a las que se puede ir a pie, por lo cual, creo que me pasé todo el día paseando por esa zona y alrededores.
Lo primero que visité fue el Victoria & Albert Museum, donde había una exposición sobre el Modernismo que no me quería perder (¡estupenda!). De allí me fuí a pasear por los jardines de Kensington y Hyde Park, y disfrutar de ese mediodía de sol y de la gente que sale a los parques ingleses con sus picnics y sus cosas. Trás una vuelta por la Serpentine Gallery (me encanta), donde compré un libro y algunas postales de artistas contemporáneos, me dirigí hacia la zona de Oxford Street y sus tiendas, que son el paraíso de todo amante del shopping. Realmente Selfridges es una cosa bárbara. Tuve que controlarme, pero aún así cayeron algún que otro regalo para mí, y para mi otra mitad.
Mi amigo J me llamó desde un pub en Kings Road donde estaban viendo el famoso partido Inglaterra/Paraguay, y sobre el que todo el mundo me hablaba como locos desde hacía días. Evidentemente yo no estaba allí para estar viendo un partido de fútbol en la tele, pero me fuí para allá porque me apetecía estar con él y sus amigos. Cuando llegué evidentemente el partido ya había acabado (por cierto, England ganó 1-0), pero había un ambiente estupendo. Así que allí mismo empezamos a beber cervezas y a contarnos de nuestras cosas, trás casi dos años desde que no nos veíamos.
Acabamos la tarde paseando y viendo tiendas por King’s Road, y seguimos por Sloane Square y Kensington (por donde está Harrods, Harvey Nichols, etc, aunténticos paraisos del lujo, de los de mírame y no me toques).
J me acompañó a casa mientras me duchaba y cambiaba, y juntos nos fuimos al Soho, por donde íbamos a pasar la noche.
Uno de sus amigos se iba fuera del país y organizaba una fiesta en un bar y después en una discoteca. Y me lo pasé estupendamente conociendo a todos sus amigos, bailando y bebiendo Caipiriñas.
La discoteca no estubo mal, ambiente mixto y tal, pero me hubiera encantado haber ido esa noche al Family, una nueva discoteca, que se supone es de lo mejorcito que hay ahora por allí, donde esa misma noche pinchaban Yr Mum Ya Dad, un duo de djs travestis y artistas del performance y el maquillaje (tipo Leigh Bovery) que parece ser son buenísimos a la hora de poner discos y hacer que la gente no pueda parar de bailar. En fín, otra vez será.
Acabamos la noche tomando café en el Cafe Italia. ¡Aaayyy, qué buenos recuerdos!
Dia 5:
El Domingo, nada más levantarme, ya hice la maleta para dejar todo recogido y preparado, y salí de nuevo al encuentro de J, con quien había quedado para dar un paseo por los típicos y estupendos mercadillos londinenses.
Parece ser que Candem Town ya está un poco pasado, víctima de tanto turista y de su propio éxito. Y uno de los mejorcitos ahora está por el EastEnd, por Brick Lane y esa zona (por casualidad, justo al lado de donde está la oficina de mi empresa allí, y de la zona que me había estado pateando de Miércoles a Viernes).
Ni que decir tiene que todo aquello me encantó, y que los ojos se me salían de las órbitas de tanto mirar a gente con pintas alucinantes y de querer absorber y admirar todo. Yo soy un gran mirón, y me gusta no perderme detalle de nada, así que un paseo por estas zonas tan excitantes me suponen un subidón tremendo.
Es uno de los barrios donde se están concentrando las galerías de arte, la gente más original, bohemia y tal. Y para un mitómano como yo, fue toda una alegría cruzarme de bruces con la White Cube Gallery, una de mis galerías de arte contemporáneo favoritas. Una pena que estuviera cerrada, pero al menos ya sé dónde está.
Trás un café y tarta en una terraza muy interesante, me temo que había llegado mi momento de decir adiós.
Eran las 4 de la tarde, y mi avión salía a las 7, o sea que corre que te corre a coger uno de esos metros que tardan horas en cruzar del EastEnd al SouthWest, coger la maleta y pillar un taxi que me llevara a Heathrow. Hubo anécdotas incluidas, como aquella parada en el camino para cambiar de euros a libras, ya que de nuevo me estaba quedando sin más, cuando dejé todo mi equipaje dentro del taxi aparcado en la calle y me fuí a buscar una tienda de cambio de moneda. ¡Anda que no soy yo confiado! ¡Qué valor tengo!
Menos mal que el taxista resultó ser simpatiquísimo y desde allí hasta el aeropuerto no paró de hablarme de las excelencias del equipo británico de fútbol, y de lo mucho que le gustaba España. Y a todo esto, yo con las ventanillas abiertas, con un ruidazo tremendo, sin enterarme un pedo de lo que me estaba contando, y diciendo en todo momento que sí, que sí, con esa cara de tonto que se me pone cuando soy feliz.
5 comentarios
lifeonmars -
¿Y qué hacías tú en ese programa, eh? ¡A ver, cuenta, cuenta!
Jb, no puedo llegar a entender que no te guste Londres, pero bueno. De lo del programa de Alaska no sabía. ¿De qué iban, de progres guays e intelectuales? ¡Pero si eso es lo que son! ;-)))
En serio, ¿ni siquiera las Nancys Rubias te gustaron?
Jko, definitivamente hay que viajar más. Cada vez lo tengo más claro.
Supongo que lo de los amigos me viene de haber vivido fuera de España tanto tiempo. ¡También tiene que tener sus cosas buenas!
Yo como cantaba la Piquer, dejo un amigo en cada puerto (lo del amor en cada puerto, mejor lo dejamos). ;-))))
jko -
jko -
jb -
MAL -