Hola, again!!
Pués eso, que el Jueves noche tuve una cena en un restaurante que no me gustó nada, y con ciertas personas que no revelaré para mantener su anonimato.
El sitio se llamaba Gumbo, y está en la calle del Pez. Y de las personas, una es un asunto privado mío, y el otro era alguien que tenía ganas de conocer desde hacía tiempo (Telecine me comprende), pero que después resultó un poco decepcionante. Aunque tampoco mucho, la verdad. Bastante majete, el chaval.
El Gumbo, es uno de esos restaurantes que abren por muchas esquinas de cualquier barrio - con la excusa de hacer comida exótica o de fusión - sin ni siquiera currarse un poco la decoración; y donde por pintar las paredes de colores y colgar unos cuadros, ya se creen que tienen montado un restaurante. ¡Qué horror!
Este tenía una iluminación malísima (cosa que considero fundamental en un restaurante), y nada más entrar ya me echó para atrás el olor a humos y fritanga de la cocina, que llegaba a la misma entrada. Con lo cual ya os podéis hacer una idea.
Se supone que es de comida criolla, pero el pollo picante estaba crudo y no sabía a nada, y las berenjenas rebozadas sólo sabían a aceite, o sea que nada. Lo mejor fueron los tomates verdes fritos y el pastel de merengue y limón (bastante bueno).
Pero lo mejor, lo mejor, de la cena fueron las personas que se sentaron a nuestro lado, y que me hicieron pasar una velada divertida.
En primer lugar llegó Roberta Marrero, superguapa y superpintada, con otra amiga igual de guapa, igual de pintada, y usando el mismo rojo pasión de lápiz de labios. La amiga era más gótica - o sea, todo negro - pero Roberta llevaba la camiseta de las Nancys Rubias bajo una chaqueta negra, vaqueros superajustados y unos tacones de infarto. Iban muy preparadas, con sus bolsitos de esos de maletín de lata (como los antiguos que había para ir al colegio). El de Roberta era con dibujos de la ranita Gustavo (Kermitt’s), y de él sacaba su maquillaje, pinturas, y un espejito de Clinique, con el que no paró de retocarse el maquillaje y empolvarse la nariz durante toda la noche.
Un poco más tarde se les unió Nacho Canut, y ya no pude evitar estar pendiente de ellos durante toda la noche, evidentemente.
Supongo que Roberta pinchaba esa noche porque es la residente del club Oui, que estaba allí al lado, y Nacho le trajo unos auriculares, cables, varias cajas con cds, etc. O sea, que estaban cenando y preparándose antes de ir a dj-quear.
Nacho llevaba una bomber y una de esas camisas de cuadro de leñador marrones, pero de mangas cortas, o sea, que iba de fina, pero lo noté muy demacrado y viejo. Supongo que el tiempo pasa impacable por todos nosotros.
Pero lo que más me gustó es que lo tenía justo enfrente mía, o sea, estábamos en esas típicas mesas para cuatro en las que comen tres personas y dos se sientan una enfrente de la otra, y hay una persona que se sienta solo. Pués eso, yo era el que estaba solo de mi mesa, y él era el solo de la suya, con lo cual estábamos uno enfrente del otro, y no paró de mirarme en toda la noche.
Digamos que yo estaba tan atento por lo que pasaba en su mesa, como él lo estaba por lo que estaba pasando en la nuestra, sobre todo porque a él le estaba dando la espalda mi acompañante sorpresa (Telecine sabe a quién me refiero), del que supongo estaba intuyendo una espalda y un cuello la mar de potentes (como eran en realidad), y supongo que le estaba gustando lo que estaba viendo. Con lo cual estaría intrigadísimo durante toda la cena, el pobre Nacho.
Una pena que no hizo fotos, porque me hubiera encantado ver y leer sus comentarios del restaurante en su sección de "Diario Gastronómico", con fotos de gente comiendo, en su blog, Perdiendo el Tiempo con Nacho Canut. Pero es que últimamente lo está actualizando muy poco, lamentablemente.
Por lo demás, la noche continuó bien. Con los calores primaverales que ya se van acercando, y las ofrendas florales tan típicas y propias de esta época del año.
El sitio se llamaba Gumbo, y está en la calle del Pez. Y de las personas, una es un asunto privado mío, y el otro era alguien que tenía ganas de conocer desde hacía tiempo (Telecine me comprende), pero que después resultó un poco decepcionante. Aunque tampoco mucho, la verdad. Bastante majete, el chaval.
El Gumbo, es uno de esos restaurantes que abren por muchas esquinas de cualquier barrio - con la excusa de hacer comida exótica o de fusión - sin ni siquiera currarse un poco la decoración; y donde por pintar las paredes de colores y colgar unos cuadros, ya se creen que tienen montado un restaurante. ¡Qué horror!
Este tenía una iluminación malísima (cosa que considero fundamental en un restaurante), y nada más entrar ya me echó para atrás el olor a humos y fritanga de la cocina, que llegaba a la misma entrada. Con lo cual ya os podéis hacer una idea.
Se supone que es de comida criolla, pero el pollo picante estaba crudo y no sabía a nada, y las berenjenas rebozadas sólo sabían a aceite, o sea que nada. Lo mejor fueron los tomates verdes fritos y el pastel de merengue y limón (bastante bueno).
Pero lo mejor, lo mejor, de la cena fueron las personas que se sentaron a nuestro lado, y que me hicieron pasar una velada divertida.
En primer lugar llegó Roberta Marrero, superguapa y superpintada, con otra amiga igual de guapa, igual de pintada, y usando el mismo rojo pasión de lápiz de labios. La amiga era más gótica - o sea, todo negro - pero Roberta llevaba la camiseta de las Nancys Rubias bajo una chaqueta negra, vaqueros superajustados y unos tacones de infarto. Iban muy preparadas, con sus bolsitos de esos de maletín de lata (como los antiguos que había para ir al colegio). El de Roberta era con dibujos de la ranita Gustavo (Kermitt’s), y de él sacaba su maquillaje, pinturas, y un espejito de Clinique, con el que no paró de retocarse el maquillaje y empolvarse la nariz durante toda la noche.
Un poco más tarde se les unió Nacho Canut, y ya no pude evitar estar pendiente de ellos durante toda la noche, evidentemente.
Supongo que Roberta pinchaba esa noche porque es la residente del club Oui, que estaba allí al lado, y Nacho le trajo unos auriculares, cables, varias cajas con cds, etc. O sea, que estaban cenando y preparándose antes de ir a dj-quear.
Nacho llevaba una bomber y una de esas camisas de cuadro de leñador marrones, pero de mangas cortas, o sea, que iba de fina, pero lo noté muy demacrado y viejo. Supongo que el tiempo pasa impacable por todos nosotros.
Pero lo que más me gustó es que lo tenía justo enfrente mía, o sea, estábamos en esas típicas mesas para cuatro en las que comen tres personas y dos se sientan una enfrente de la otra, y hay una persona que se sienta solo. Pués eso, yo era el que estaba solo de mi mesa, y él era el solo de la suya, con lo cual estábamos uno enfrente del otro, y no paró de mirarme en toda la noche.
Digamos que yo estaba tan atento por lo que pasaba en su mesa, como él lo estaba por lo que estaba pasando en la nuestra, sobre todo porque a él le estaba dando la espalda mi acompañante sorpresa (Telecine sabe a quién me refiero), del que supongo estaba intuyendo una espalda y un cuello la mar de potentes (como eran en realidad), y supongo que le estaba gustando lo que estaba viendo. Con lo cual estaría intrigadísimo durante toda la cena, el pobre Nacho.
Una pena que no hizo fotos, porque me hubiera encantado ver y leer sus comentarios del restaurante en su sección de "Diario Gastronómico", con fotos de gente comiendo, en su blog, Perdiendo el Tiempo con Nacho Canut. Pero es que últimamente lo está actualizando muy poco, lamentablemente.
Por lo demás, la noche continuó bien. Con los calores primaverales que ya se van acercando, y las ofrendas florales tan típicas y propias de esta época del año.
2 comentarios
MAL -
TB97 -
Me ha encantado tu post Winona. Bellezón y MARAVILLOSA en "La edad de la inocencia". A ver si vuelve con fuerza...