La nieve no puede esperar
Aún no repuesto completamente de la visión de ocho y medio, ya ando enfrascado en la preparación de la maleta para pasar unos días, cinco y medio, exactamente, en el que será el último gran destino de este primer trimestre tan viajero que he tenido.
Vuelvo a Zurich, y vuelvo a las montañas suizas.
Parece ser que este viaje ya se está convirtiendo en algo habitual, porque exactamente en las mismas fechas que el año pasado, o parecidas, vuelvo a aceptar la gentil invitación de un cliente (no, si al final hay hasta clientes agradables y gentiles, y todo) para pasar unos días esquiando en las maravillosas montañas suizas. Iré al mismo destino que la otra vez, Arosa, se llama, e, igual que el año pasado, me iré un par de días antes para visitar a algunos clientes que tengo allí en Zurich; cosa de hacer un poco de contactos, vida social y esas cosas.
El viaje en sí es excitante, por lo del esquí, lo bonito que es aquello, y todo el rollo; pero este año no voy yo muy animado, porque precisamente ahora hay mucha gente que quiero que me necesita, y mi deber hubiera sido quedarme aquí con ellos, o ir a visitarles, pero me temo que a veces las obligaciones y compromisos no pueden anularse.
De todas formas, de buena gana lo hubiera anulado porque es completamente cierto que ya estoy cansado de tanto viaje que he tenido últimamente, y no es que se pueda decir precisamente que tenga la moral muy alta, la verdad. Y por supuesto no lo suficiente como para subir allí arriba a esas montañas tan blancas y tan frías.
Porque a mí, si he de ser sincero, lo de esquiar me la trae al pario. No me puede importar menos. Pero bueno, una invitación así, supongo que sería de tontos dejarla pasar.
He crecido yo tan feliz todos estos años sin haber esquiado en mi puta vida, y a ver quién me mandará a mí ahora, a esta edad, ponerme a empezar con lo de los esquís. ¡¿Quién me mandará a mí?!
Es cierto que este año voy incluso con un pelín más de propensión, y hasta de cague. Porque el año pasado era la primera vez en mi vida que me ponía unos esquís y bueno, la inconsciencia es lo que tiene, que es muy inocente, y no te deja ver el peligro que hay detrás. Como cuando al segundo día ya me estaba tirando por unas colinas escarpadas como quien no quiere la cosa (¡qué malo es el desconocimiento!) ;-)
Pero este año, ay señor, señor, ¡ya sé yo lo que son aquellas montañas tan empinadas!, ¡y sé yo lo que es dejarte caer por aquellos peñascos, con la simple protección de tus endebles (o robustas, depende de quién las mire) piernas, que se te abren o se ponen zambas dependiendo de por dónde les de.
En fin, que intentaré disfrutarlo y aprovecharlo al máximo, que son experiencias de esas que hay te tomarlas cuando llegan, y espero que la gente que acuda en el grupo sea maja (porque esto no es sólo un viaje de placer y diversión, no señor; es un lugar y momento propicio para hablar de y cerrar negocios (¡sí hijo, sí!)), y que me sea un pelín leve por esa parte.
Por lo demás, estaré de vuelta en casita el domingo por la noche - espero que sano y salvo -. Y, si las agujetas de las piernas me lo permiten, pasaré y escribiré por aquí el lunes que viene. Aunque bueno, pensándolo bien, me doy cuenta que las piernas no hacen mucha falta para escribir aquí, que también se puede escribir con los dedos de las manos. ¡Qué tonto estoy!
Vuelvo a Zurich, y vuelvo a las montañas suizas.
Parece ser que este viaje ya se está convirtiendo en algo habitual, porque exactamente en las mismas fechas que el año pasado, o parecidas, vuelvo a aceptar la gentil invitación de un cliente (no, si al final hay hasta clientes agradables y gentiles, y todo) para pasar unos días esquiando en las maravillosas montañas suizas. Iré al mismo destino que la otra vez, Arosa, se llama, e, igual que el año pasado, me iré un par de días antes para visitar a algunos clientes que tengo allí en Zurich; cosa de hacer un poco de contactos, vida social y esas cosas.
El viaje en sí es excitante, por lo del esquí, lo bonito que es aquello, y todo el rollo; pero este año no voy yo muy animado, porque precisamente ahora hay mucha gente que quiero que me necesita, y mi deber hubiera sido quedarme aquí con ellos, o ir a visitarles, pero me temo que a veces las obligaciones y compromisos no pueden anularse.
De todas formas, de buena gana lo hubiera anulado porque es completamente cierto que ya estoy cansado de tanto viaje que he tenido últimamente, y no es que se pueda decir precisamente que tenga la moral muy alta, la verdad. Y por supuesto no lo suficiente como para subir allí arriba a esas montañas tan blancas y tan frías.
Porque a mí, si he de ser sincero, lo de esquiar me la trae al pario. No me puede importar menos. Pero bueno, una invitación así, supongo que sería de tontos dejarla pasar.
He crecido yo tan feliz todos estos años sin haber esquiado en mi puta vida, y a ver quién me mandará a mí ahora, a esta edad, ponerme a empezar con lo de los esquís. ¡¿Quién me mandará a mí?!
Es cierto que este año voy incluso con un pelín más de propensión, y hasta de cague. Porque el año pasado era la primera vez en mi vida que me ponía unos esquís y bueno, la inconsciencia es lo que tiene, que es muy inocente, y no te deja ver el peligro que hay detrás. Como cuando al segundo día ya me estaba tirando por unas colinas escarpadas como quien no quiere la cosa (¡qué malo es el desconocimiento!) ;-)
Pero este año, ay señor, señor, ¡ya sé yo lo que son aquellas montañas tan empinadas!, ¡y sé yo lo que es dejarte caer por aquellos peñascos, con la simple protección de tus endebles (o robustas, depende de quién las mire) piernas, que se te abren o se ponen zambas dependiendo de por dónde les de.
En fin, que intentaré disfrutarlo y aprovecharlo al máximo, que son experiencias de esas que hay te tomarlas cuando llegan, y espero que la gente que acuda en el grupo sea maja (porque esto no es sólo un viaje de placer y diversión, no señor; es un lugar y momento propicio para hablar de y cerrar negocios (¡sí hijo, sí!)), y que me sea un pelín leve por esa parte.
Por lo demás, estaré de vuelta en casita el domingo por la noche - espero que sano y salvo -. Y, si las agujetas de las piernas me lo permiten, pasaré y escribiré por aquí el lunes que viene. Aunque bueno, pensándolo bien, me doy cuenta que las piernas no hacen mucha falta para escribir aquí, que también se puede escribir con los dedos de las manos. ¡Qué tonto estoy!
4 comentarios
inthesity -
TB97 -
calamarin -
inthesity -
Ahhh y lo de esquiar, nunca es tarde para aprender y para que te pique el gusanillo hombre. Sobrevivirás.