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lifeonmars

SEX AND THE CITY (and el fútbol)

Mientras media España (y parte de la otra) estaba viendo el partido de fútbol, yo pasé la noche del domingo en el cine viendo la película de Sexo en Nueva York.
Ya sé que no queda muy patriótico (ni muy masculino, todo hay que decirlo), pero lo siento. Es lo que hay.

Pero lo peor de todo no es que dejara de ver si los de la camiseta roja metían algún gol o ganaban finalmente un campeonato o no, sino que la película me ha decepcionado un poco.
Me caía bien, y quería que me gustara, al ser una especie de guinda final al pastel que fue la mítica serie, que tanto ha representado para muchos de nosotros. Pero me temo que no ha sido así.
Me hubiera gustado encontrarme con diálogos chispeantes o situaciones inteligentes protagonizados por "la mujer soltera que escribe acerca de sí misma, al tiempo que explora la ciudad y la naturaleza de las relaciones", y sus singulares amigas.
Pero me he encontrado con una cosa sin contenido. Un envoltorio bonito, algo hermoso de contemplar, pero vacío en su interior.
Una historia llena de momentos inverosímiles o poco creíbles, con situaciones exageradas, y hasta a veces ridículas, y con esa sensación de que han querido apretujar en un sólo capítulo demasiadas cosas sin mucho acierto ni sentido.
Es verdad que en cierta manera es como el visionado de una buena revista de moda. Algo bonito y reluciente, que nos hace soñar, pero que, si no sabes utilizarlo bien, en verdad no te aporta nada. 

El público se enamoró de estas chicas en la serie, en la que nos gustaba compartir sus sentimientos y sus variadas experiencias y relaciones sexuales, amorosas, amistosas y de cualquier otro tipo. Pero cuatro años más tarde se han convertido en esperpentos de sí mismas, y en un mero vehículo comercial para enseñar modelitos y casas maravillosas, y convertir sus chispeantes diálogos en un chiste sin gracia.
Es cierto que el mundo ha cambiado mucho en estos cuatro años. Pero las chicas de esta serie (o más bien los guionistas de esta película) no han sabido encontrar en ese tiempo una continuación digna a sus divertidas vidas.
Hasta el Nueva York de la película no deja de ser una repetición de los mismos clichés de siempre. Pero yo, ahora que soy un hombre nuevo, y que por fin puedo decir que ya he estado en Manhattan, he constatado con ilusión que justo hace un par de semanas estuvimos en dos de los restaurantes que aparecen en la película. No deja de ser una coincidencia, pero me ha hecho gracia.
Por lo demás, me encanta Nueva York de todas formas. Con sol, con nieve, con viento, con lluvia, y con sus mismos clichés de siempre.

Me acompañaron al cine Mr E (ya sabéis de dónde viene su nombre, ¿no?) y C.K. Dexter, y a ellos tampoco les gustó. Pero supongo que estarán de acuerdo conmigo en que al menos hemos preferido ver esta película, y dejarnos seducir por su lujo y colorines, antes que sucumbir al vocerío y patriotismo de los de la camiseta roja.

4 comentarios

poderío -

Es curioso, a mí tampoco me convenció la peli. Supongo que la serie había dejado el listón muy alto, y los guionistas efectivamente se quedaron sin ideas, porque esta prolongación no es más que algo superfluo y poco inspirado. La historia de Carrie es realmente inverosímil, y es la que articula toda la historia.

jb -

La comida sí que fue de película. El reparto gastronómico espectácular. El atrezzo, como siempre, impecable.
Y la compañía, un lujo...
Me encantó comer con vosotros.
Beso.

TB97 -

Pues yo (antifutbolero) acabé mis festejos en coma viendo el partido en un bar de osos... Lo que nos reímos!

Xabi -

Sex in the City, la película, es un bluff como la copa de un pino.
Y no porque ahora esté de moda poner a parir una serie que en televisión nos encantó... es que la versión cinematográfica es mala de cojones. Aunque ya se veía por donde iban a ir los tiros después de ver la cuarta y quinta temporadas, la verdad: se han olvidado todo lo que "de trangresora" podía tener la serie al comienzo y se han quedado con su faceta más kistch, a lo Pretty Woman. Ella se convierte casi en una putilla de lujo que vende su alma al diablo por unos Manolos, Miranda en una reprimida antipática y sin gracia, Charlotte en una simplona con diarreas y la única que mantiene el tipo es Samantha, que levanta la peli en cuanto arquea sus cejas o suelta una de sus frases lapidarias.
Mr. Big es un personaje odioso e incoherente, el marido de Samantha tiene horchata en las venas, el calvo se queda simplemente sin papel y de los "mariliendros" (por cierto, ¿para cuando una palabra para calificar a los gayers que siempre van con ese tipo de mujeres?) mejor no hablar.
El Diablo Viste de Prada, en comparación con ésta, era una obra maestra: al menos había un guión ingenioso detrás y estaba la inmensa Meryl Streep.
Aún así, para una tarde de domingo, es una opción distraidilla y no tiene las absurdas pretensiones de la última de Sean Penn que me tragué yo... "Into the Wild", lamentable sin más: Un National Geografic New Age para burgueses que se emocionan cuando ven a un pijo de los suyos jugar a ser rebelde. ¿Qué te ha pasado, Sean?