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lifeonmars

Ese país vecino... So far, so close!

Pués ya estoy de vuelta - vivito y coleando -. Visto y no visto.

Efectivamente este tipo de viajes son muy cortos (demasiado), pero es que, aparte de tener las dos reuniones que debía realizar, no hay mucho más que hacer en este país. Lamentablemente, porque bien que me hubiera gustado quedarme un poco más.
Aunque bien es cierto que ni de coña me hubiera atrevido a salir por ahí solo o ni siquiera a pasear por el centro de la capital (es demasiado peligroso).

Es la segunda vez que visito Argel en mi vida, y me ha producido exactamente la misma sensación que la primera vez: me fascina y horripila a partes iguales. Es una sensación muy rara, y difícil de explicar.

Mi principal conclusión es que aún me aterra pensar cómo dos sociedades pueden ser tan distintas estando tan cerca. A sólo una hora y cinco minutos de avión de Madrid, llegar a Argel es transportarte a otro mundo completamente distinto. Y casi dar una vuelta atrás en el tiempo.

Es llegar a su aeropuerto y realmente es adentrarte en otro mundo. El mundo de un país árabe y bastante integrista, donde el setenta por ciento de las mujeres van completamente tapadas o con chador; donde el intervencionismo estatal es brutal; donde las casas parecen semidestruidas o un escenario trás una guerra; donde tienes que pasar controles policiales y te cachean en cualquier lado; donde los millones de antenas parabólicas encima de las chabolas te indican que estamos en el siglo XXI, pero donde aún ves a gente por la calle en absoluta miseria o tratando de ganarse la vida como hace cuarenta años; donde siempre se ven a cantidad de hombres y jóvenes vagar por las calles o pasar el día sentados en un parque haciendo nada, viendo la vida pasar (tan típico del mundo árabe por otra parte); donde la suciedad y el polvo envuelven todo; donde ese calor axfisiante y pegajoso se te pega al cuerpo desde que sales del aeropuerto y ya no te deja en ningún momento; donde la gente no puede viajar al extranjero porque necesitan un visado que es prácticamente imposible de conseguir (cuando hablas con la gente sientes esa frustración y resignación que tienen de falta de libertad, o simplemente de no poder viajar o salir al extranjero cuando les apetezca sencillamente porque un visado se lo impide); donde la policia tiene literalmente tomada la calle y cada dos por tres te tienes que parar para pasar un control policial o en cada esquina te encuentras a un policia bajo la sombra de un árbol pertrechado con una impresionante metralleta; donde, en suma, la vida se rige por unos parámetros y valores completamente distintos a los nuestros.


(¡Y sólo pensar que hace un par de días estuve bailando en un concierto de un tío medio desnudo (los Scissor Sisters) que predicaba el amor homosexual!) ;-))
(¡¡Realmente otro mundo!!)



La ciudad es una mezcla de escenario postbélico mezclado con un centro histórico impresionante, herencia de un pasado glorioso (lamentablemente su pasado colonial), con esas preciosas casas y palacetes blancos coloniales con sus rejas y balcones azules tan mediterráneos, pero que se están cayendo a pedazos porque no se pueden mantener o no hay nadie que los mantenga. Le da un encanto muy particular y especial. Pero eso se mezcla con los edificios de cemento barato y espejos horteras que están construyendo los chinos (sí, los chinos están colonizando gran parte de África, y Argelia no iba a ser menos), y realmente no sabes por dónde cogerlo.

Es tan apasionante que me fascina, pero me da miedo al mismo tiempo.


Una vez más, me temo que no he puesto un pie en la calle. Te ponen un chófer, te traen y llevan del aeropuerto a las oficinas, de allí al hotel, de allí a cenar, de allí de vuelta al hotel, de allí a la oficina a una segunda reunión, y de allí al aeropuerto que te trae de vuelta.
Hubiera estado bien pasear y mezclarse con su gente en la calle, pero confieso una vez más que he cruzado barrios en los que no me atrevería a pasear yo sólo.
Realmente la situación es grave, y no se puede jugar con eso.


Anoche nos llevaron a cenar a un lugar estupendo, eso sí. La ciudad tiene una colina preciosa que la divide en dos, y justo encima de la montaña hay una horrorosa escultura de esas que tanto gustan en los paises árabes y "dictatoriales", una especie de monolito mastodóntico de cemento gris - que en este caso es el homenaje a los soldados muertos en la guerra de independencia y liberación frente a los franceses -, rodeado de un parque adonde la gente se va por las noches (de verano) a pasear, comer pipas, y pasar el rato. Y justo allí hay un restaurante bereber bastante bueno, con una terraza estupenda.
El pescado fresco era excelente, y la vista sobre el puerto y la ciudad iluminada de noche era realmente espectacular.
Allí sí que tuve tiempo de charlar distendidamente con las personas con las que suelo hacer negocio allí, y que ya se están convirtiendo en casi amigos. Y la verdad es que apasiona ver su visión del mundo, sus inquietudes y opinión de nuestra sociedad. Que por distinta no deja de ser ni mejor ni peor que la nuestra.


Efectivamente otro mundo existe, y está más cerca de lo que podemos pensar. Quizá deberíamos reflexionar un poco sobre ello. Y posiblemente abrir algo más nuestros ojos, y quizá nuestras mentes para acercarnos más a ellos. O posiblemente también al revés, depende de cómo se mire.


Y eso que Argelia no llega a ser tercer mundo, yo lo consideraría segundo mundo, porque obviamente si vas un poco más abajo, la vida es aún peor.


Por ejemplo, hoy me ha chocado muchísimo volar directamente de ese mundo al del aeropuerto de Barcelona, donde he hecho escala para volver a Madrid, con ese exceso de sociedad de opulencia y consumismo agresivo en que vivimos, con gente comprando compulsivamente, comiendo, bebiendo, y derochando en definitiva; y que se ve exagerado en una tarde cualquiera de verano en cualquier aeropuerto de nuestro primer mundo donde miles y miles de personas hacen colas para salir de vacaciones - cargados de maletas y lujos (la mayoría) innecesarios - y disfrutar de vacaciones y de las gloriosas virtudes y ventajas que nos da haber nacido al otro lado de la frontera.


Siempre que pienso en este país, no puedo dejar de acordarme de su escritor más universal, su ciudadano ilustre (aunque pasado por el barniz de Francia), y premio nobel de literatura - en 1957 -. Y que en las proféticas palabras de uno de sus libros más famosos, "La Peste" (novela escrita en 1947), simboliza el dolor y sufrimiento de ese otro mundo:

"- Naturellement, vous savez ce que c’est, Rieux?
- J’attends le résultat des analyses.
- Moi, je le sais. Et je n’ai pas besoin d’analyses. J’ai fait une partie de ma carrière en Chine, et j’ai vu quelques cas à Paris, il y a une vingtaine d’années. Seulement, on n’a pas osé leur donner un nom, sur le moment... Et puis, comme disait un confrère: "C’est impossible, tout le monde sait qu’elle a disparu de l’Occident." Oui, tout le monde le savait, sauf les morts. Allons, Rieux, vous savez aussi bien que moi ce que c’est...
- Oui, Castel, dit-il, c’est à peine croyable. Mais il semble bien que ce soit la peste."

¡Impresionante!

Definitivamente África es una continente excepcional, y merece mucho más respeto y atención.

3 comentarios

inthesity -

Je suis absolument sure, ce soit la peste.

TB97 -

¡Gran entrada!

daniel -

La verdad es que tienes una prosa increible, me has catapultado en parte a ese pais, pero me gustaría si pudieses traducir la parte de la peste del frances al castellano ya que soy un inculto en ese idioma.